Esta emprendedora rural fue una de las primeras empresarias de Olivares en el territorio del Grupo de Desarrollo Rural Aljarafe-Doñana
La azulejería es una tradición secular en Andalucía, una artesanía que hunde sus raíces en la noche de los tiempos y ha logrado convertirse en una de las principales señas de identidad de nuestra tierra. Una expresión artística “muy ligada a nuestra cultura, que refleja una forma de vida, estrechamente relacionada con la condición andaluza”, expresa Concha Pallares, una de las pocas guardianas en nuestra comarca de este oficio ancestral con escasísimo relevo generacional.
“El azulejo para mí… No sé cómo explicarlo, es como un sentimiento. Es la forma de expresarme. Es más que un trabajo. Es crear, crear, crear… Y cada vez que creas algo es como si tuvieras un hijo nuevo”, explica una de las mujeres empresarias pioneras en su municipio, Olivares, orgullosa cuna del Barroco sevillano y del valido español más famoso de la Historia, Gaspar de Guzmán, Conde Duque de Olivares. Concha es emprendedora rural y una artista del barro y el dibujo que ha hecho de su pasión por la cerámica su particular forma de observar y estar en el mundo.
Pionera del emprendimiento
“Fui una de las primeras empresarias de Olivares. Creo que no había ninguna o muy pocas. Descubrí la cerámica en un taller para desempleados que organizó el Ayuntamiento de mi pueblo y en el que participé como oyente, ni siquiera como alumna. A partir de ahí, estudié Artes Aplicadas en el Pabellón de Chile en Sevilla, compaginándolo con un trabajo de empleada de hogar. Me diplomé y monté mi empresa a mediados de los noventa”, recuerda sobre sus inicios.
“Alguien seguramente habrá dudado de mi capacidad, especialmente esos primeros años; pero creo que con el tiempo y mi trabajo he demostrado lo que soy, y también tengo que decir que en Olivares no he tenido mala suerte. No me ha ido mal aquí”. No obstante, apunta, “dificultades las hay siempre en todos los trabajos, y yo cuando he visto algo que no me ha gustado, he puesto las cartas boca arriba, con educación, pero defendiendo lo mío”.
Sus años más difíciles
Una de las etapas más difíciles de su experiencia empresarial fue la crisis de la construcción de mediados del 2000. “En esa crisis pasé tanto que ya no le tengo miedo a nada. Me quedé sin trabajo y asfixiada por no echar el cerrojazo. No fue nada fácil. No salía nada. No había nada. Miedo yo ya, no… miedo esos años”. Desde esa época, Concha trabaja sola en su taller (“llegué a tener trabajadores”); acompañada algunos periodos por estudiantes en prácticas de la Facultad de Bellas Artes de Sevilla, a los que enseña labores de su bello oficio.
Una medida fundamental para dejar definitivamente atrás esos durísimos años fue el cambio de ubicación. “Me vine al polígono, y empezó otra vez a funcionar. Este sitio tiene más paso, es más comercial y más visible. La gente viene buscando otras cosas y te ven”. El taller de Concha, donde moldea el barro, esmalta o pincela, algunas de las labores que vimos realizar mientras hacíamos la entrevista, es además una amplísima exposición de maravillosas piezas cerámicas que evocan su inconfundible sello artístico.
“Mi sello creo que es mi paleta de colores. Una paleta viva en la que predominan mucho los amarillos, un color que me gusta especialmente. Me fabriqué mi propia paleta, y no la he cambiado ni cambio. No creo que sea necesario. Eso sí, si tuviera que hacerlo, estoy abierta a todo”. También forja su identidad artística la base de sus creaciones, labrada sobre esmaltes blancos. “Dependiendo de la base vas a lograr un resultado u otro, cada esmalte te da una tonalidad, y yo procuro que los resultados sean semejantes a los de la cerámica de antes”.
Discípula de Niculoso Pisano
Esta emprendedora rural es especialista en cerámica a la cuerda seca, arista y pintado sobre cubierta, “la que introdujo aquí en Sevilla Niculoso Pisano”, un ceramista italiano que a finales del siglo XV provoca una verdadera revolución artística en Andalucía con la introducción del azulejo pintado sobre barro cocido.
Como nos han comentado otras empresarias rurales, Concha afirma que “hay que formarse siempre”. En su caso particular, “porque salen técnicas nuevas que en mi estilo de cerámica no las aplico, pero hay que saberlas. Porque no sabes en el futuro si lo tendrás que hacer”.
Esta emprendedora también subraya el esfuerzo que requiere llevar una iniciativa empresarial para adelante, pero merece la pena la recompensa, señala. “Tengo grandes clientes y una buena cartera, y ahí voy trabajando. Unas veces más y otras menos. Vendo a particulares, empresas de construcción, empresas que se dedican a restaurar el patrimonio y administraciones”.
Espíritu Mentoring: “… y aquí estoy yo para lo que necesiten”
“Creo que nosotras tenemos un don especial para el emprendimiento, por eso a las mujeres que estén pensando en emprender les aconsejaría que tiraran para adelante, que no dejen atrás sus sueños, y aquí estoy yo para lo que necesiten”. Siempre siendo consciente de que “la empresa requiere mucho. Darle muchas vueltas a todo. Estar encima. A veces estás bien, otras no. Y los trabajos te pueden salir perfectos o algo que no cuadre”.
La cerámica del taller de “La Manolina” está por todo el mundo (“y yo envío donde me digan”) proyectando una artesanía tan nuestra, de tradición ancestral, que en Olivares moldea una empresaria entusiasta, valiente y generosa. “Yo nunca hubiera pensado dejar nada en ningún sitio, pero es verdad que cuando me vaya estarán ahí mis trabajos. Cómo soy y lo que he dejado atrás está plasmado ahí, y eso para mí es una gran recompensa. Nuestros trabajos nos representan”.
Proyecto “Mentoring: apoyo al emprendimiento femenino” del Grupo de Desarrollo Rural Aljarafe-Doñana (ADAD), subvencionado por el FEADER de la Unión Europea y la Consejería de Agricultura, Pesca, Agua y Desarrollo Rural de la Junta de Andalucía
Un reportaje de Rocío Gómez, periodista del Grupo de Desarrollo Rural Aljarafe-Doñana